Inmigración: en el corazón de visita de Francisco a Juárez

AP
REYNOSA, Mexico

la joven salvadoreña la robaron y luego tuvo que esconderse de un grupo de secuestradores que trabajaba a órdenes de un cartel del narcotráfico durante su odisea de cuatro meses para llegar a esta ciudad industrial y polvorienta ubicada en el Valle del Río Bravo, en la frontera con Texas.

Esperaba estar del otro lado mucho antes de que el papa Francisco llegara de visita a la frontera el próximo mes y dé una muy simbólica y esperada homilía que tocará la situación de los millones de inmigrantes que viven en Estados Unidos. Cientos de miles de peregrinos irán a la frontera a escucharlo hablar, y es probable que la clase política de Estados Unidos lo escuche también. La misa se realizará el 17 de febrero en Ciudad Juárez y ocurre ocho días después de que se celebren las elecciones primarias de New Hampshire, y tres antes de las primarias de Carolina del Sur y Nevada.

La visita del papa también se produce en momentos en que en Estados Unidos arrecia una retórica contra los inmigrantes que no tienen autorización para permanecer en el país de parte de aspirantes a la presidencia como Donald Trump, quien lidera las encuestas entre los republicanos, y que ha prometido deportar a los más de 11 millones de inmigrantes que se cree que viven en el país sin permiso, o de Ted Cruz, que busca privar de la ciudadanía a los hijos de migrantes nacidos en ese país.

La inmigración es un tema que toca el corazón de Francisco, y aunque los analistas dudan de que el pontífice vaya a hacer un pronunciamiento político o se inmiscuya en la política estadounidense, se espera que su mensaje sea escuchado a ambos lados de la frontera por millones de personas.

«La migración es una situación compleja y él no va a hacer caso omiso del respeto que demanda la soberanía nacional… (pero) él va a pedir un enfoque más abierto y generoso», dijo Tom Quigley, ex asesor político de América Latina para la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. «No se puede asumir que él va a decir que todos los inmigrantes son bienvenidos, pero claramente instará al gobierno de Estados Unidos, al menos implícitamente, a encontrar la manera de abordar las razones por las cuales la gente está saliendo de El Salvador y Honduras y otros países».

Hablando en un refugio para migrantes mientras arreglaba para que un coyote la ayudase a cruzar la frontera hacia Estados Unidos, esta mujer de 25 años, que solo se identificó por su apellido, Miranda, dijo que había recibido amenazas de muerte en su país, que padece una ola de homicidios y que probablemente haya hecho de El Salvador el país más peligroso del mundo el año pasado.

Dice que ni siquiera sabía que el papa iba a venir y ni lo que diga Trump u otros candidatos la van a disuadir de su deseo de buscar una vida mejor.

El Salvador registró una tasa de 103 homicidios por cada 100.000 habitantes el año pasado, seguramente la más alta del planeta, luego de una tregua entre pandilleros quedara en la nada y donde abundan los sangrientos ajustes de cuentas.

«Eso no quita las ganas. Porque usted sabe que la migración jamás va a parar», dijo la mujer. «Jamás».

La violencia es rampante también en las vecinas Guatemala y Honduras, que había sido la capital mundial de los asesinatos en los últimos años. Pandillas de los tres países matan casi con total impunidad, extorsionan a grandes grupos de la población y reclutan a los jóvenes de manera tan agresiva que algunos dejan de asistir a la escuela o incluso se abstienen de salir de casa.

Vivir en esos barrios «es como vivir en un callejón oscuro, peligroso, sin salida; y la emigración es un túnel oscuro y peligroso, pero es un túnel», dijo Kay Andrade Eekhoff, de la organización Servicios de Ayuda Católicos, que coordina desde El Salvador programas dirigidos a los jóvenes de alto riesgo en América Central.

Las estadísticas indican que los centroamericanos insisten en internarse en el periplo migratorio pese a que México reforzó la vigilancia de su frontera sur. El Departamento de Protección de Aduanas y Fronteras de Estados Unidos dice que entre octubre y diciembre del año pasado fueron detenidos 17.370 menores no acompañados, procedentes mayormente de América Central, en la frontera entre México y Estados Unidos. Eso representa un aumento del 117% en relación con el mismo período del año previo. La detención de familias enteras subió un 187%.

Agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas iniciaron una serie de redadas y detenciones de inmigrantes centroamericanos y sus familias que habían ingresado al país ilegalmente a partir de mayo de 2014.

El Secretario de Estado estadounidense, John Kerry, anunció hace poco una expansión de un programa que permite a los centroamericanos solicitar el estatus de refugiados antes de viajar al norte. Pero muchos dicen que no cumplen con los requisitos o que no quieren esperar el tiempo que toman estos trámites.

Entre quienes están de afán y prefirieron no esperar está un hombre de 20 años que habló por teléfono desde San Salvador mientras se preparaba para partir de nuevo hacia el norte, pocos meses después de haber sido deportado de Estados Unidos. Habló a condición de no ser identificado por temor a represalias de las pandillas.

Dijo que durante su viaje al norte a mediados del año pasado, el cartel del Golfo lo secuestró y lo retuvo durante cinco semanas en Reynosa, hasta que su familia logró reunir dinero para su rescate. La Patrulla de Fronteras lo detuvo posteriormente y lo mandó de vuelta a su país. Hijo de un policía, el hombre volvió a recibir amenazas de pandilleros.

«Diciéndome… si no andaba con ellos que algo iba a pasar a mi o a mi papá», dijo.

Francisco habló de la inmigración ilegal en el pasado, incluso durante su visita a Estados Unidos en 2015 cuando le dijo al Congreso que «no debemos ser tomados desprevenidos por su número, sino verlos como personas».

En Ciudad Juárez, el papa Francisco planea oficiar la misa a campo abierto en la frontera y luego caminar hasta el río Bravo y saludar a la gente al otro lado en una poderosa muestra de solidaridad con sus compatriotas latinoamericanos. Funcionarios del Vaticano dice que su intención es hablar también de narcotráfico y violencia. También estuvo cerca de cumplir su deseo de cruzar la frontera durante la visita a Estados Unidos, una idea que fue desechada por razones logísticas.

El mensaje de Francisco en el Congreso caló hondo en la monja Norma Pimentel, directora de Caridades Católicas en el Valle del Río Bravo.

«Son personas y necesitamos tratarlos como tal», sostuvo Pimentel, cuyo trabajo ha sido elogiado por el propio Francisco y quien fue invitada a una actividad del pontífice en Nueva York en 2015. «Necesitan nuestra ayuda. Los recibimos con los brazos abiertos para restaurar su dignidad».

El centro de Pimentel funciona en la iglesia Católica del Sagrado Corazón en McAllen, Texas, y recibe unos 100 migrantes diarios que han sido detenidos, procesados y liberados por la Patrulla Fronteriza. Todos los adultos llevan aparatos electrónicos en sus tobillos para asegurarse de que acuden a sus vistas judiciales.

Una mañana reciente Erica Johana García desayunaba con sus dos hijos en el centro antes de tomar un autobús para el que debía ser el último tramo de su viaje rumbo a Los Angeles. Se fueron de Guatemala luego de que pandilleros le dijeron a su hijo de 15 años que violarían a su hermanita de ocho años si no se incorporaba a la pandilla.

Apuntando con un dedo hacia el monitor del tobillo, García, de 34 años, aseguró que luchará por quedarse en Estados Unidos.

«No puedo regresar porque pongo en riesgo mi hijos», dijo. «Principalmente a mi niño».